Evitar la corrosión galvánica es crucial en aplicaciones industriales y estructurales, implicando la adopción de medidas específicas para evitar el contacto directo entre distintos metales en presencia de un electrolito (como puede ser el agua).
Una estrategia común incluye la incorporación de materiales aislantes entre los metales, como plásticos o gomas, reduciendo así la posibilidad de corrosión.
También pueden aplicarse recubrimientos protectores, como pinturas o barnices, que constituyen una barrera física efectiva que resguarda los metales de la exposición a agentes corrosivos. La elección meticulosa de metales compatibles y el uso de materiales no conductores son prácticas clave para minimizar el riesgo de corrosión galvánica.
Finalmente, otra opción es aplicar recubrimientos de zinc a los metales. El zinc actúa como un metal de sacrificio y puede proporcionar protección galvánica.
Al diseñar estructuras, es crucial considerar la posibilidad de corrosión y usar fijaciones especialmente diseñadas para ello. Además, se deben realizar inspecciones periódicas y llevar a cabo un mantenimiento regular para garantizar la integridad de los materiales metálicos y prevenir la corrosión galvánica en diversas aplicaciones.
La elección de la estrategia dependerá del entorno, los recursos disponibles y el grado de protección necesario.